Arte +

TINTO DE RULO, ETIQUETAS CON IDENTIDAD ÚNICA Y COLOR EXTREMO

Si la sobriedad y colores tenues solían ser los factores comunes en el diseño de etiquetas de vino, estos principios estéticos han cambiado drásticamente en la última década, lo que bien celebramos. Cuánto más entretenidas se han vuelto. Un gran ejemplo de ello, son las etiquetas de Tinto de Rulo, un proyecto creado en 2013 por tres amigos agrónomos mientras todavía estudiaban en la universidad. Hoy, Claudio Contreras y Jaime Pereira, los socios que siguen impulsando la marca, ya exportan sus vinos de inolvidables etiquetas a más de 20 países.

Apenas hicieron su primer Pipeño de País, sabían que querían mostrar el viñedo en rulo (secano) que le daba origen y empezaron a trabajar con fotografías para su etiqueta, pero pronto se dieron cuenta que no era tan fácil captar la fuerza del color del viñedo que querían mostrar. Así llegaron a un amigo de la infancia de Jaime en Chillán; un arquitecto y a la vez artista plástico, José Luis Gacitúa. A Gaci, como le llaman sus amigos, le pidieron esta vez que pintara y le contaron más del proyecto. Es la misma metodología que siguen hasta hoy cada vez que suman un nuevo vino a su familia.

“Gaci, dice Jaime, es fantástico pintando y no es tan conservador en su arte; con la primera etiqueta del Pipeño nos mató. Hicimos algunas correcciones, pero nunca más porque también entendimos que si trabajamos con él, la gracia era que mostrara todo su arte en las etiquetas”.

Jaime recuerda en espacial en una de ellas con un pájaro que tiene cabeza de árbol. “Al principio nos pareció raro, pero entendimos que era su manera de presentar que un pájaro es vida”.

Para la primera tarea cuenta Gaci, querían representar el vino en sí y todo el proceso detrás que busca tener una identidad. Identidad, explica, que tienen muy clara Claudio y Jaime porque el proceso que eligieron para hacer los vinos rescatan muchas de las tradiciones y procesos artesanales. Además, buscaban escaparse del ego personal y distinguirse por la autenticidad de la familia o el grupo Tinto de Rulo. Con esa base, les propuso la idea de que beber el vino también se tradujera en la experiencia de ver la etiqueta.

“Si te fijas, dice Gaci, por un lado las etiquetas tienen el diseño artístico y por el otro la información del vino. Lo hice a propósito, para que tuvieran que ir girando la etiqueta. “El proceso de ir girando y descubriendo el dibujo, representara el tiempo que también significa disfrutar un buen vino”.

Por el otro lado, “también quisimos trabajar con pinturas fuertes en extremo, que llamaran la atención. Y, como creemos que el vino también tiene algo de arte, pensamos que las etiquetas debían representarlo. Por eso llama la atención que están hechas a mano y que no es un diseño gráfico. Aunque tienen pequeños retoques en computador, queríamos que se notara el lápiz y la textura al dibujar”.

Cada vino de la familia Tinto de Rulo tiene un diseño diferente, pero todas sus etiquetas están bajo una misma identidad artística. Jaime destaca que siempre hay figuras entre ellas que se repiten; el pajarito, la hoja, los colores… pero ya hay una línea editorial. “El Pipeño tiene un corazón, que engloba la vendimia como el corazón del vino; el Carignan es muy representativo de la naturaleza. Para el Malbec Claudio quería a la gente cosechando, y el Cinsault tiene a la guitarrera de Quinchamalí”. El Moscatel, dice Jaime, les costó un poco más porque querían representar el velo de flor; le mandamos fotos pero no había por donde. Pero como decía “flor”  llegó a la idea de poner la flor añañuca y la tinaja.

Cada una cuenta una historia con la identidad, die Gaci, con las pinturas, las raíces, las rama… Es una identidad que se va reconociendo y ojalá ese arte se refleje al probar el vino.