Por años vimos cómo Argentina fue conquistado el mundo con sus seductores Malbec nacidos de Luján de Cuyo, una de las zonas más prestigiosas históricamente en las afueras de la ciudad de Mendoza por sus suelos pobres y clima templado. Mientras, los vinos de cepas que gustan del clima más frío, como Sauvignon, Chardonnay y Pinot Noir iban quedando al debe, y se miraba con envidia cómo del otro lado de la cordillera, en Chile, esas mismas cepas de madurez más temprana alcanzaban la frescura que nunca antes, gracias a viñedos plantados por primera vez en lugares como Casablanca, San Antonio o Limarí, ubicados muy cerca de la Costa del Océano Pacífico.
Si pesamos que los argentinos se quedarían mirándonos y disfrutando sólo del éxito de sus Malbec, nos equivocamos. No sólo dieron pasos más allá con sus fabulosos Cabernet Franc, sino que también se han movido en busca de esos climas fríos, algo que en Mendoza se dieron cuenta está en las alturas de la Cordillera de los Andes que compartimos.
Un gran ejemplo de cómo las cosas se han ido movido del lado argentino, es el proyecto del joven y dinámico Matías Riccitelli (hijo, por cierto, de uno de los enólogos más destacados de Mendoza, Jorge Riccitelli). Su bodega está ubicada hoy en la zona más alta de Luján de Cuyo, Las Compuertas, a 1100 msnm; donde posee 20 hectáreas de viñedos propios. Pero, además para este proyecto compran uvas de productores ubicados en los mejores terruños al pie de la Cordillera de Los Andes, entre 1000 y 1700 msnm; zonas que ya se han ido ganado el prestigio internacional como son Gualtallary, Chacayes, Altamira y La Carrera. Es de Gualtallary, conocido por sus clima fresco y suelos de rocas redondas cubiertas de calcáreo, justamente, de donde proviene su exitoso Pinot Noir, vinificado y guardado en pequeñas cubas de roble francés, y que es una de las novedades más esperadas de este verano en Santiago Wine Club.
Ahora, si pensamos que Chile se iba a quedar disfrutando sólo del éxito de sus vinos de clima frío costero, también nos equivocamos. Y es que si los argentinos subieron los Andes con sus viñedos buscando frescura, ¿por qué aquí no harían lo mismo? Y así llegamos a Viña Calyptra, otro gran ejemplo de viticultura de montaña made in Chile, con precisamente la cepa de clima frío Pinot Noir, como cepa estrella.
Si hablamos de diferencias entre ambos Pinot, encontraremos los del Gualtallay con más nervio y filo en boca; y a los de Cachapoal Andes, donde encontramos a Viña Calyptra, de acidez menos filosa y a la vez más frutales y con taninos más suaves.
Y es que la diferencia entre ambos lados de la Cordillera no sólo está en sus suelos. Allá los más interesantes, son los ricos en cal, responsable de la tensión en boca; acá, los abundantes en rocas de origen volcánico y arcilla. Bien podemos decir además, que del lado argentino sobre los 1.000 msnm suelen plantarse los nuevos viñedos en suaves lomajes a los pies de las altas montañas, los que se formaron por aluviones mucho tiempo atrás.
Mientras, aquí la altura por sobre la misma cota 1.000 está en laderas muy pronunciadas y los viñedos generalmente se emplazan sobre las estrechas terrazas que formaron los ríos en su paso desde el deshielo hasta el Océano. Lo curioso, y punto en común entre ambos viñedos Andinos, es que el agua de deshielo que baja desde las nieves en las montañas más altas que los separa, es lo que permite el milagro de la vitivinicultura a ambos lados de la cordillera.