4 DE SEPTIEMBRE, DÍA NACIONAL DEL VINO
“Ningún poema puede vivir mucho o agradar, si fue escrito por un bebedor de agua”. ¿Qué filósofo escribió estas sabias palabras? Aquí te lo contamos, junto a otra gran cantidad de frases y poemas que nos han dejado ilustres amantes de vino a lo largo de la historia de la humanidad.
Este 04 de septiembre en Chile celebraremos el Día Nacional del Vino, una fecha que recién se instauró por decreto presidencial el año 2015. Raro parece hoy, cierto, que no haya sido desde antes, pero la verdad es que el vino aquí o en donde se ha producido a lo largo de la historia de la humanidad, desde 8.000 años atrás; se ha festejado, e incluso honrado a través de la escritura.
Primero, fueron los egipcios que lo ilustraron en las tumbas de sus faraones, con viñedos y racimos; luego fueron las festividades para celebrar a Dionisio, de la mano de griegos, y en honor al también dios de la Vid y el Vino, Baco, lo celebraron los romanos; ambos, muchos siglos de la era Antes de Cristo. Por supuesto que previo a sus innumerables menciones en la biblia, griegos y romanos también escribieron sobre el vino. Columella, Plinio y Elder, escribieron por ejemplo en el siglo uno Antes de Cristo, los primeros tratados sobre cómo cultivar sus vides y cómo elaborarlo; también, famosos poemas. Plinio, entre ellos, fue el autor de estas dos frases tan cotidianas incluso en la actualidad: “In vino veritas” y “El mejor vino es el que más placer da a quien lo bebe”.
Antes, Platón, el filósofo, había escrito: “Cuando un hombre bebe vino en la cena, comienza a quererse más a sí mismo”, mientras a Diógenes el Cínico, se le atribuye aquello que dice: “Me gusta el vino más cuando otros pagan su costo”.
Después de ellos, escribiría el poeta Horacio “Ningún poema puede vivir mucho o agradar, si fue escrito por un bebedor de agua”.
El más romántico de todos ellos, sin duda, sería Ateneo a quien se le atribuye la frase: “El vino tiene el poder de atraer la amistad, calentar y fusionar juntos los corazones”.
Luego en la Edad Media, quienes más escribieron sobre vino fueron los chinos, persas y japoneses. Entre los persas, Omar Khayyam, el autor del famoso poema “Rubaiyat”, escribió famosos pasajes al vino, como el siguiente, y inspiraría a otros, incluso al chileno Pablo Neruda, aunque muchos siglos después.
“Un libro de versos debajo de la rama,
una jarra de vino, una rodaja de pan …
y tú a mi lado cantando en la naturaleza salvaje…
Oh, naturaleza salvaje, donde el paraíso es suficiente”.
Y es que tres siglos después, el también persa Hazfiz escribiría un verso parecido, pero mucho más solitario:
“Un libro de versos y una copa de vino puro,
son verdaderamente tus amigos más íntimos.
Mira tu camino porque tiene curvas y recodos;
disfruta del vino, porque sólo una vez es vida tuya”.
También Hazfiz escribiría: “Denme vino, someteremos al más fuerte; para que por un tiempo pueda olvidar las preocupaciones y los problemas de este mundo”.
En la historia mucho más reciente, el norteamericano Ernest Hemingway fue otro escritor apasionado por el vino; cuya pasión inmortalizó en sus obras, entre ellas en “Muerte en la tarde, donde escribe:
“El vino es una de las cosas más civilizadas del mundo, y una de las cosas del mundo que ha sido llevada a la perfección más grande; y ofrece gran variedad de placer y apreciación, posiblemente como ninguna otra cosa puramente sensorial que se pueda comprar”.
Otro norteamericano amante del vino, contemporáneo a Hemingway, fue Wilson Mizner, a quien se le atribuye la frase: “Una buena fiesta es donde uno disfruta a la gente buena, quienes saben mucho mejor con Champagne”.
Y por supuesto, si de vino en escrito se trata no podemos dejar de mencionar al famoso poeta chileno Pablo Neruda, quien incluso le dedica toda una oda, llena de pasión. Aquí completita porque para celebrar el vino en su día bien vale la pena releerla de pe a pa.
VINO color de día,
vino color de noche,
vino con pies de púrpura
o sangre de topacio,
vino,
estrellado hijo
de la tierra,
vino, liso
como una espada de oro,
suave
como un desordenado terciopelo,
vino encaracolado
y suspendido,
amoroso,
marino,
nunca has cabido en una copa,
en un canto, en un hombre,
coral, gregario eres,
y cuando menos, mutuo.
A veces
te nutres de recuerdos
mortales,
en tu ola
vamos de tumba en tumba,
picapedrero de sepulcro helado,
y lloramos
lágrimas transitorias,
pero
tu hermoso
traje de primavera
es diferente,
el corazón sube a las ramas,
el viento mueve el día,
nada queda
dentro de tu alma inmóvil.
El vino
mueve la primavera,
crece como una planta la alegría,
caen muros,
peñascos,
se cierran los abismos,
nace el canto.
Oh tú, jarra de vino, en el desierto
con la sabrosa que amo,
dijo el viejo poeta.
Que el cántaro de vino
al beso del amor sume su beso.
Amor mio, de pronto
tu cadera
es la curva colmada
de la copa,
tu pecho es el racimo,
la luz del alcohol tu cabellera,
las uvas tus pezones,
tu ombligo sello puro
estampado en tu vientre de vasija,
y tu amor la cascada
de vino inextinguible,
la claridad que cae en mis sentidos,
el esplendor terrestre de la vida.
Pero no sólo amor,
beso quemante
o corazón quemado
eres, vino de vida,
sino
amistad de los seres, transparencia,
coro de disciplina,
abundancia de flores.
Amo sobre una mesa,
cuando se habla,
la luz de una botella
de inteligente vino.
Que lo beban,
que recuerden en cada
gota de oro
o copa de topacio
o cuchara de púrpura
que trabajó el otoño
hasta llenar de vino las vasijas
y aprenda el hombre oscuro,
en el ceremonial de su negocio,
a recordar la tierra y sus deberes,
a propagar el cántico del fruto.
Recopilaciones del libro “In Praise of Wine” escrito por Joni G. McNutt.